miércoles, 29 de mayo de 2013

Querido Cándido, Amigo


(Dedicado a Cándido Rodríguez Navarro. In memoriam)

 
Pensar en ti, querido Cándido, amigo

Es sentir en mi cara los vientos que estriaron tu cara,

Esculpir en los labios de las cosas la sal de los mares que besaron.

Pienso en ti y tu espíritu me acoge en su mar perfecto,

Y tu espíritu me desgarra con su espuma pacífica.

Pensar en ti, es Universo: Estrella, espuma, madera,

Hierro, y libro, y pájaro, y hombre entero,

Plenilunio que ilumina toda noche,

Luz que se expande y estalla de candor sagrado.

Cualquier frase tuya es oro dulce que se derrama en la memoria.

Pensar en ti, querido Cándido, amigo, es Amor,

Es venir de la lejanía, ir a las olas, al océano,

Porque tú amaste mucho, porque tú amaste tanto. . .

Que fuiste capaz de hacer del Amor

Un eterno y maravilloso viaje que no acaba con la muerte de tu cuerpo,

Porque tu Amor es tan inmenso que nos ha impregnado por adentro,

Y perdura y se prolonga en tantos de nosotros.

Tú, querido Cándido, amigo, no has muerto,

Tú, has vivido derrotando la muerte paso a paso.

Tus manos, tu inteligencia, tus palabras suaves

No se mueven de nosotros.

Tus dibujos, tus escritos,

Esa profundidad científica, ese humanismo inagotable,

Están aquí, tan vivos, inéditos, como cuando tu cuerpo se tocaba.

Ahora, que parece como si nos faltases, querido Cándido, amigo,

Ahora que a tantos y a tantas parece que nos faltas,

Te recuerdo alegre, afable, seguido siempre por multitudes

De ideas purpúreas, de sueños siempre por crear.

Pensar en ti, es pensar en un creador integral.

Has creado tanto. . .

Has creado el sueño de hacerse creer,

De querer ser querido.

Has tirado de uno y de otro, de muchos

Que encontraron en ti el inequívoco hueco.

Si me arrepiento de algo, ahora, mi querido Cándido, amigo,

Es de no haber compartido contigo más momentos, la esencia musical de tus palabras,

Contigo, Maestro, amigo, fuente de la que se bebe el Saber

Y el sabor de lo entrañable.

¿Recuerdas, Cándido, cuando me preguntaste un día?: ¿Qué será de la otra vida? ¿Cómo será ese otro lugar?

Me atrevo, como me atreví a contestarte y, ahora, te aseguro:

Ese lugar es sin duda el que tú deseas, y en ese lugar serás eterno,

Como tus hechos y tus plegarias.

Ahora, mientras escribo estas palabras, en tu memoria,

Gozo pensando en ti, sonrío pensando en ti,

El corazón y los pulmones se me quieren salir del cuerpo, recordándote.

Te recordarán tantos.

Y es que te debemos mucho todas y todos aquellos

Que hemos tenido la suerte de tenerte.

Fluyen de mí estas palabras sinceras,

Que no necesitan pensarse para escribirse,

Porque salen del corazón,

Como los gorrioncillos salen del verdor mismo de los campos

En los implacables y luminosos días de primavera.

No es necesario esforzarse en buscar versos preciosos,

Porque tú has sido el más precioso verso: Tu vida, conocerte, saberme tu amigo.

Pensar en ti, es pensar en un maestro,

Fermento, incentivo estupendo, moral sublime,

Ventana abierta hacia el azul,

Para el que ahora te recuerda verazmente.

Pensar en ti, querido Cándido, amigo, es ahondar

En la huella que has dejado en tantas almas adolescentes.

Tu espíritu vive dentro de mí y de ellos, y tú lo sabes,

Y sabiéndolo me siento y se sienten fuertes, jóvenes –como tú siempre has sido-,

Emprendedor, calle accesible a todos los pensamientos,

Buscador de vida, de amor, de sueños desconocidamente verdaderos.

Te debo tanto,

Te debemos tanto. . .

Pensando en ti se acortan todas las distancias,

Se levantan los valles, se aplanan las montañas,

Se alcanza el cielo de una forma tan sencilla.

Y ahora, déjame decirte, en tu memoria:

En ti no hay propósitos perdidos, ni sueños imposibles,

Ni propósitos muertos, ni sueños sin razón,

Porque cualquier sinrazón en la que pensemos

Se ha hecho razón con tu presencia,

Con tu estancia entre nosotros,

Con tu ejemplo nítido e impoluto.

Contigo mi destino no desvela

Y mi propia metafísica es tu propia metafísica,

Porque te tengo, porque te pienso, porque te siento.

A tu lado no hace frío

Y la memoria de alguna cosa tuya

Me calienta el alma.

Tu furia derrota el destino,

Porque interaccionas con todo,

Porque has caminado circunscrito a la inconfusión.

Tú, como yo, tienes cuerpo y alma,

Y la lluvia, cuando nos llega, nos transforma en seres transparentes.

Yo no soy nada,

Quizá nunca seré nada,

Y si algo soy, es porque tú me haces sentir los sueños del mundo.

Y aunque hoy estoy vencido en tu recuerdo,

Hoy también estoy lúcido, como si estuviese en los umbrales de la muerte.

Comulgando con tu muerte encuentro la lucidez que jamás te faltó,

Y me siento hermano de las cosas como tú me enseñaste.

Hoy estoy perplejo, como quien pensó y halló

Y jamás te olvida.

Y tengo la sensación de que todo es sueño en tu sueño,

Como cosa eternamente real por adentro.

Los hombres como tú, querido Cándido, amigo, no mueren,

Se transforman en nosotros,

Se pueden beber, se pueden traspasar

Y salir de ti reconciliados,

Convertidos en hombres enteros, en casas, en arterias, en metales, en óleo,

En estrellas inagotables,

En hombres con inmensas ganas de vivir

Y seguir recorriendo el camino que dejaste.

Hoy estoy lúcido, como si estuviera a punto de verte otra vez,

De estrechar tus manos, de abrazarte nuevamente,

De no sentir jamás tu despedida,

Convertido en sílaba, en símbolo, en jardín,

En gota de agua a punto de ser rocío.

 

 

Francisco Javier Sánchez Sánchez-Cañete

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